lunes, 20 de abril de 2015

Reflexión sobre la relación entre escuela y familia (aoyo en el artículo de Feito, 2010)

¿Cómo son las familias? ¿Cómo funcionan?
Un estudio de la FAD (2002), Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, distingue entre varios tipos (que nos pueden servir, como a Feito en el texto que citaremos reiteradamente de 2010, para hacer una primera distinción de acuerdo a la relación y conexiones que se establecen entre los miembros):
a.  Familia familiarista/ endogámica. Un núcleo familiar unido con relación fluida entre integrantes, se opta por un modelo de convivencia y no de simple coexistencia en el hábitat. Es autosuficiente.
b.  Familia conflictiva. Hay valores y normas establecidos, impuestos por una autoridad. Se puede atender a las normas o se producirá un conflicto.
c.  Familia nominal. Hay una coexistencia, unos se soportan a otros.
d.  Familia adaptativa. Existe una sana convivencia entre los miembros de la familia, y a su vez, una buen interacción con el exterior.
En su mayor parte, en España, las familias son nominales. Lo que desde el punto de vista social de la educación se interpreta fácilmente como uno de los problemas principales a la hora de establecer relaciones entre familia y escuela.
Es muy difícil, casi imposible, establecer cualquier tipo de relación que concierna (y se base en…) a la educación de unos “compañeros” (porque son más compañeros que familiares, ya que solo son familiares biológicamente hablando) con los que realmente no tienes un contacto establecido (no hay un vínculo afectivo establecido de forma recíproca) y por tanto que no te interesan en tu día a día.
Pero todo tiene su parte buena, y es que cada vez la que hemos llamado “familia adaptativa” es más común. Inspirada en un mundo cada vez más globalizado y democratizado, el peso de todos dentro del núcleo cuenta por igual, y el interés por todo lo que afecte a la familia de uno u otro modo es compartido entre todos los miembros. Esto aplicado al ámbito escolar se traduce en una colaboración y un seguimiento directo en las tareas escolares y en el desarrollo del conocimiento, habilidades, capacidades y aptitudes de la hija/alumna (hijo/alumno); y a su vez el interés de estos para que sus padres participen, colaboren e interactúen con escuela y discentes para un desarrollo más completo.
En cuanto a la escuela…
Tal y como brevemente nos cuenta Feito (2010) en su artículo Educación y futuro, la escuela surge hace ciertamente poco tiempo, en los inicios de la modernidad, como un elemento de la sociedad que se debe emplear para evitar la aparición de llamémosle “ignorancia” y falta de sentido crítico. Nace como un lugar donde la educación se aleja de otras áreas de la vida (como pueden ser creencias religiosas y políticas), y centrada en el conocimiento.
Es decir, la escuela nace en contrapoición con las funciones que siempre había cumplido la familia, las funciones de dotar una educación, cultura y valores a unos hijos. Pero con un fin bueno, el laicismo en todas las áreas.
Como también nos explica Feito, la escuela, desde su creación, va a carecer de un carácter integrador para todos. Ya que, en su creación se plantea durante largo tiempo como un lugar que acogía y representaba únicamente a una facción social, la burguesía que se alzó con el poder tras el cambio de Régimen social.
Y es que no ha sido hasta hace muy poco tiempo que la mujer, las clases trabajadoras y las minorías étnicas no han tenido acceso a la educación. Y más se produce esto en el caso de España, que tras la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y el posterior régimen político, dedicó sus esfuerzos a reproducir una estratificación social que beneficiase al poder, dando por tanto acceso al conocimiento (a la educación en la escuela) solo a quienes poseían los recursos previamente. Recordemos que estamos hablando de que hasta la reforma educativa de 1970 esto era la nota dominante; y que no es hasta la LOGSE (1991, algunos de nosotros estábamos a punto de nacer o ya nacidos) cuando la situación da un giro, un giro hacia asegurar una educación mínima y una estancia mínima escolar hasta los 16 años que garantiza, como poco, una mejor cualificación de las personas para afrontar un futuro en sociedad.
¿A qué se debe este cambio? La exigencias de una sociedad que se va desarrollando hacia la necesidad de profesionales más cualificados (y un mercado de trabajo que se inicia a los 16 años) principalmente. Pero también a las exigencias de las familias para que sus hijos alcancen un nivel más alto de conocimiento, y con ello una “supuesta” mejor calidad de vida y empleo.
El valor que se da a la educación aumenta progresivamente, cada vez son más padres de clases trabajadoras los que ven necesaria esta formación en la escuela, y sobre todo los trabajos que trae consigo el estudio en estos centros.
Además, los padres que han alcanzado cierto nivel de profesionalidad, conocimiento y estudio (cuyos hijos parten con mayor capital cultural, que les ayuda a conseguir grandes resultados en el sistema educativo) empiezan a tomar parte en temas relativos a la educación en centros escolares, es decir, la familia empieza a tomar parte en la escuela (aunque, como en el tema anterior, es la clase más pudiente, y con mayor capital y acceso cultural, la que toma parte en función de sus intereses más personales).
El mercado de trabajo, ha sido otra de las cosas que han influido en el abandono del estudio o el poco valor que se le ha dado (menos en las ciudades que en los pueblos, porque las ciudades en el siglo XX ya se dedican principalmente al sector servicios), siendo muy fácil al principio acceder a puestos de trabajo duros pero con gran remuneración y que no requieren de una capacitación de conocimientos y/o estudios.
Es decir, hubo un tiempo, alargado incluso hasta nuestros días, en los que ciertos trabajos, que no requieren un estudio en escuela, consiguen una remuneración económica rápida y dicta mucho más alta a lo que se consigue tras años de estudio en un trabajo que requiere formación como puede ser la docencia.
¿Colaboración entre familia y escuela?
Sí, es deseable. Sí, es posible.
En España se produce un hecho de gran importancia en este aspecto y es la mala valoración, tanto por parte de la sociedad como por parte de la familia, del profesorado.
Pese a ser profesionales cualificados y con cultura, al dedicarse a valorar y calificar el trabajo y el avance de sus hijos (que no siempre es positivo); y a exigir de ellos el máximo posible que se pueda alcanzar. Por lo tanto, en ciertas ocasiones, puede ser una tarea desagradable que hace o crea una tensión con el discente y por extensión con la familia, que muchas veces tiene recelos del método de trabajo del docente (y que siempre, siempre “está cualificada” para poner en duda las actuaciones de este. Que no digo con esto, que el docente lleve siempre la razón, muchos casos hay que reflejan la realidad dispar).
Por lo tanto, el sistema educativo, para quién no lo valora lo suficiente o a quién le cuesta conseguir cierto éxito (conseguir el acreditamiento de superación de niveles educativos) puede llegar a convertirse en un calvario, o un adversario contra el que hay muchas reticencias.
Pero, citando a Feito (2010) “sin embargo, tanto la opinión pública general como los padres y madres en particular tienen en alta estima la labor del profesorado”. Esto, se ha podido observar cada vez más en la sociedad, en general, el valor que se le da a la escolarización en general es mayor (aunque no hay reticencias a la hora de criticarla tampoco). Pero es un avance que se va consiguiendo poco a poco, y es un plano en el que estamos muy lejos si se nos compara con otros países (con sociedades no tan diferentes en lo general en este mundo cada vez más global) como Finlandia o los países nórdicos.
¿La educación a cargo del Estado?
Hace poco, en un capítulo de The Simpsons vi cómo los dos padres de familia de la serie (Homer y Marge) celebran como si de un cumpleaños se tratase el primer día de clase del curso; acompañaron esa celebración con la frase “hoy celebramos que sois cargo del Estado”.
Es verdad que la educación se facilita, y así debe ser, por el Estado. Pero esto no significa más que, que es el Estado quién por la vía pública nos facilita la escolarización de los hijos e hijas (habitantes en edad escolar) de nuestro territorio (y nacionalidad, ya que en el extranjero también se produce) para completar la educación de los futuros habitantes del país (y del mundo) por medio de unos profesionales capacitados y unas infraestructuras preparadas para sacar el mayor partido del potencial del alumnado.
Que difiere mucho de la idea que tienen algunos padres de la escuela = guardería. Es decir, ven la escuela como un lugar en el que deshacerse de sus hijos (y deshacerse de la responsabilidad de hacerse cargo de u educación y de tomar parte en ella).
Este está siendo un punto de lucha actual parcialmente solventado, ya que cada vez se produce más contacto entre docentes y familias. Aunque, hay que seguir trabajando en ello, ya que muchas veces la comunicación no es correcta o es insuficiente (lo que se puede deber a muchos factores, que van desde la falta de interés por alguna de las dos partes, o los problemas a los que se enfrentan los orientadores y docentes españoles ante la sobrecarga de alumnos que evitan que haya un trato más personal entre ellos que facilitaría la unión entre la escuela, el docente y la familia como un uno con un mimo fin común).
Y es que todo lo que suceda en la familia tiene repercusión en el rendimiento escolar y en el comportamiento de cada alumno.
Como he mencionado con anterioridad, el capital cultural con el que parte un alumno al iniciar sus estudios y el acceso que tiene a este, facilitado por su herencia cultural y educativa familiar, le facilitará a este alumno el éxito o el fracaso en el sistema educativo.
Y por tanto, los problemas y situaciones familiares desfavorables van a ser un elemento fundamental a la hora de valorar y evaluar las actuaciones de los alumnos en diversas situaciones escolares.
Una frase que me chocó (y quise dar mi opinión personal) al leer el texto de Feito en el que me apoyo para divagar es esta:
¿“La existencia de la educación infantil se hace equivaler a la deserción educativa de los padres” (Feito, 2010)? La respuesta puede ser peligrosa y la opinión personal. En mi opinión, sí, la educación infantil se asemeja mucho al desinterés de los padres por la educación de sus hijos, pero por otra case es fácil de entender que suceda esta escolarización.
Por una parte, los horarios laborales y el sistema de trabajo requieren un tiempo a los padres que en muchos casos dificulta el que estos puedan dedicarse enteramente a sus hijos durante periodos alternantes de tiempo. Por tanto, las escuelas infantiles y la educación preescolar suponen un apoyo útil tanto en materia de tiempo como para proporcionar (no olvidemos que es por medio de profesionales bien cualificados) la educación más adecuada y deseada.
Pero por otra parte, en sistemas educativos como los de los países nórdicos (que mencioné con anterioridad) la escolarización no se realiza hasta los 6 años (hay posibilidad y casos de anterior escolarización, pero no es la nota dominante), y en este tiempo es la familia la que proporciona al niño todo el desarrollo y educación que este necesita. Y como ha quedado demostrado es un método que consigue grandes resultados.
Aunque también hay que contar con que en estos países la colaboración entre familia y escuela y su relación es mucho más cercana, fuerte y continua que en el caso de España. Lo que favorece que tras este periodo de seis años no se produzca una ruptura total (como sucede en España) para el niño en su forma de vida, sino que sea un paso progresivo. 
Y otra diferencia importante entre estos dos tipos de educación, que el sistema educativo español tiene una gran carga de diversidad étnica y cultural debida a la inmigración que se produce a nuestro país.
Esta multiculturalidad supone una vuelta de hoja a la forma de trabajar con las familias de cultura tradicional española y europea. Ya que sus culturas y tradiciones son muy diferentes, y hay que respetarlas, pero también tienen ellas que respetar el sistema educativo llevado aquí. Que es realmente el principal problema, ya que continuamente surgen casos de asignaturas que, por creencias o simplemente por ser una cultura más cerrada o reservada, son abandonadas o no son cursadas por estos estudiantes que no ven completa su formación debido a las exigencias del núcleo familiar que choca de bruces con un sistema educativo más digámosle abierto.
Relación padres (familia) – escuela
Una de las cosas que no me había parado a pensar hasta leerlo recientemente es en que la participación familiar en lo referente al centro e incluso en lo referente a la educación en general se produce en la medida en que estos familiares son padres progenitores, y no en su valor como ciudadanos partícipes en el sistema económico del Estado de Bienestar que es el verdadero proveedor (por medio del Estado) de la Escuela.
Y es algo a tener en cuenta, porque a todos los ciudadanos no se nos tiene en cuenta en la misma medida (dudo que incluso se llegue a tener realmente en cuenta a un ciudadano que no sea padre partícipe en un centro) a la hora de tomar las decisiones de los centros educativos públicos. Es decir, no podemos tener parte de responsabilidad en las decisiones que se toman sobre el rumbo de la educación pública. Limitando así nuestro margen de actuación como ciudadanos a la mera elección electoral de gobierno y, con suerte, a referéndums realizados por este gobierno.

CONCLUSIÓN, responsable de la educación la familia o el centro.
Como he estado exponiendo (opiniones personales aderezadas con algún dato científico que sirve para explicar el desarrollo de este tema) la educación es un valor conjunto de toda la sociedad. Y es potestad tanto del Estado como de la Familia el hacerse cargo y tomar parte activa de la educación de los futuros ciudadanos. La cuestión principal que deberíamos abordar en el futuro es dónde se encuentran los límites del Estado y los límites de la Familia para interferir en la educación que se le aporta al hijo/ alumno. Pues bien, en una opinión personal (quizás utópica, quizás realista), los límites han de desaparecer (y hacia ello estamos caminando y construyendo muy poco a poco en estos últimos años, pero sin pausa), y la educación va a ser un terreno en el que familia y escuela pasan de cooperar a complementarse, y de esto pasan a ser un único ser dedicado a un fin común a ambos.
Lo único que actualmente frena este desarrollo son: por una parte la mentalidad tradicional que impera en la sociedad y el conflicto que ya hemos hablado sobre las responsabilidades educativas de familia y las que conciernen a la escuela; y por otra parte la normativa legal, que actualmente frena este desarrollo dotando de mayor potestad en educación a los docentes frente a unos padres que ven menor su participación y responsabilidad (que por otro lado es de entender, ya que los docentes son profesionales preparados, y que los padres no tienen tanto tiempo como fuese deseado y necesario para participar en un nivel equitativo). Y es que no estoy hablando de igualdad entre ambos, estoy hablando de que es necesaria una mayor libertad en materia educativa para los centros, los docentes y las familias a la hora de participar y crear la educación deseada; evitando la imposición de conocimiento y de una estructura y dotando de completa libertad pedagógica que permita a su vez el acercamiento de la familia al contexto educativo.

BIBLIOGRAFÍA:
Feito Alonso, R. (2010. Familias y escuela. Las razones de un desencuentro. Educación y futuro: revista de investigación aplicada y experiencias educativas,  Nº. 22, págs. 87-108. ISSN 1576-5199


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