lunes, 27 de abril de 2015
¿Por qué la UCLM no salimos...? Dejo esta pregunta abierta para la reflexión personal
http://www.expansion.com/sociedad/2015/03/16/5506dc5eca4741fc538b4571.html?cid=SIN8901
lunes, 20 de abril de 2015
Reflexión sobre la relación entre escuela y familia (aoyo en el artículo de Feito, 2010)
¿Cómo son las familias? ¿Cómo
funcionan?
Un estudio de la FAD (2002),
Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, distingue entre varios tipos (que
nos pueden servir, como a Feito en el texto que citaremos reiteradamente de
2010, para hacer una primera distinción de acuerdo a la relación y conexiones
que se establecen entre los miembros):
a. Familia familiarista/ endogámica. Un núcleo familiar unido con
relación fluida entre integrantes, se opta por un modelo de convivencia y no de
simple coexistencia en el hábitat. Es autosuficiente.
b. Familia conflictiva. Hay valores y normas establecidos,
impuestos por una autoridad. Se puede atender a las normas o se producirá un
conflicto.
c. Familia nominal. Hay una coexistencia, unos se soportan a otros.
d. Familia adaptativa. Existe una sana convivencia entre los
miembros de la familia, y a su vez, una buen interacción con el exterior.
En su mayor parte, en España, las
familias son nominales. Lo que desde el punto de vista social de la educación
se interpreta fácilmente como uno de los problemas principales a la hora de
establecer relaciones entre familia y escuela.
Es muy difícil, casi imposible,
establecer cualquier tipo de relación que concierna (y se base en…) a la
educación de unos “compañeros” (porque son más compañeros que familiares, ya
que solo son familiares biológicamente hablando) con los que realmente no
tienes un contacto establecido (no hay un vínculo afectivo establecido de forma
recíproca) y por tanto que no te interesan en tu día a día.
Pero todo tiene su parte buena, y
es que cada vez la que hemos llamado “familia adaptativa” es más común.
Inspirada en un mundo cada vez más globalizado y democratizado, el peso de
todos dentro del núcleo cuenta por igual, y el interés por todo lo que afecte a
la familia de uno u otro modo es compartido entre todos los miembros. Esto
aplicado al ámbito escolar se traduce en una colaboración y un seguimiento
directo en las tareas escolares y en el desarrollo del conocimiento,
habilidades, capacidades y aptitudes de la hija/alumna (hijo/alumno); y a su
vez el interés de estos para que sus padres participen, colaboren e interactúen
con escuela y discentes para un desarrollo más completo.
En cuanto a la escuela…
Tal y como brevemente nos cuenta
Feito (2010) en su artículo Educación y
futuro, la escuela surge hace ciertamente poco tiempo, en los inicios de la
modernidad, como un elemento de la sociedad que se debe emplear para evitar la
aparición de llamémosle “ignorancia” y falta de sentido crítico. Nace como un
lugar donde la educación se aleja de otras áreas de la vida (como pueden ser
creencias religiosas y políticas), y centrada en el conocimiento.
Es decir, la escuela nace en
contrapoición con las funciones que siempre había cumplido la familia, las
funciones de dotar una educación, cultura y valores a unos hijos. Pero con un
fin bueno, el laicismo en todas las áreas.
Como también nos explica Feito, la
escuela, desde su creación, va a carecer de un carácter integrador para todos.
Ya que, en su creación se plantea durante largo tiempo como un lugar que acogía
y representaba únicamente a una facción social, la burguesía que se alzó con el
poder tras el cambio de Régimen social.
Y es que no ha sido hasta hace muy poco
tiempo que la mujer, las clases trabajadoras y las minorías étnicas no han
tenido acceso a la educación. Y más se produce esto en el caso de España, que
tras la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y el posterior régimen
político, dedicó sus esfuerzos a reproducir una estratificación social que
beneficiase al poder, dando por tanto acceso al conocimiento (a la educación en
la escuela) solo a quienes poseían los recursos previamente. Recordemos que
estamos hablando de que hasta la reforma educativa de 1970 esto era la nota
dominante; y que no es hasta la LOGSE (1991, algunos de nosotros estábamos a
punto de nacer o ya nacidos) cuando la situación da un giro, un giro hacia
asegurar una educación mínima y una estancia mínima escolar hasta los 16 años que
garantiza, como poco, una mejor cualificación de las personas para afrontar un
futuro en sociedad.
¿A qué se debe este cambio? La
exigencias de una sociedad que se va desarrollando hacia la necesidad de
profesionales más cualificados (y un mercado de trabajo que se inicia a los 16
años) principalmente. Pero también a las exigencias de las familias para que
sus hijos alcancen un nivel más alto de conocimiento, y con ello una “supuesta”
mejor calidad de vida y empleo.
El valor que se da a la educación
aumenta progresivamente, cada vez son más padres de clases trabajadoras los que
ven necesaria esta formación en la escuela, y sobre todo los trabajos que trae
consigo el estudio en estos centros.
Además, los padres que han
alcanzado cierto nivel de profesionalidad, conocimiento y estudio (cuyos hijos
parten con mayor capital cultural, que les ayuda a conseguir grandes resultados
en el sistema educativo) empiezan a tomar parte en temas relativos a la
educación en centros escolares, es decir, la familia empieza a tomar parte en
la escuela (aunque, como en el tema anterior, es la clase más pudiente, y con
mayor capital y acceso cultural, la que toma parte en función de sus intereses
más personales).
El mercado de trabajo, ha sido otra
de las cosas que han influido en el abandono del estudio o el poco valor que se
le ha dado (menos en las ciudades que en los pueblos, porque las ciudades en el
siglo XX ya se dedican principalmente al sector servicios), siendo muy fácil al
principio acceder a puestos de trabajo duros pero con gran remuneración y que
no requieren de una capacitación de conocimientos y/o estudios.
Es decir, hubo un tiempo, alargado
incluso hasta nuestros días, en los que ciertos trabajos, que no requieren un
estudio en escuela, consiguen una remuneración económica rápida y dicta mucho
más alta a lo que se consigue tras años de estudio en un trabajo que requiere
formación como puede ser la docencia.
¿Colaboración entre familia y
escuela?
Sí, es deseable. Sí, es posible.
En España se produce un hecho de
gran importancia en este aspecto y es la mala valoración, tanto por parte de la
sociedad como por parte de la familia, del profesorado.
Pese a ser profesionales
cualificados y con cultura, al dedicarse a valorar y calificar el trabajo y el
avance de sus hijos (que no siempre es positivo); y a exigir de ellos el máximo
posible que se pueda alcanzar. Por lo tanto, en ciertas ocasiones, puede ser
una tarea desagradable que hace o crea una tensión con el discente y por
extensión con la familia, que muchas veces tiene recelos del método de trabajo
del docente (y que siempre, siempre “está cualificada” para poner en duda las
actuaciones de este. Que no digo con esto, que el docente lleve siempre la
razón, muchos casos hay que reflejan la realidad dispar).
Por lo tanto, el sistema educativo,
para quién no lo valora lo suficiente o a quién le cuesta conseguir cierto
éxito (conseguir el acreditamiento de superación de niveles educativos) puede
llegar a convertirse en un calvario, o un adversario contra el que hay muchas reticencias.
Pero, citando a Feito (2010) “sin
embargo, tanto la opinión pública general como los padres y madres en
particular tienen en alta estima la labor del profesorado”. Esto, se ha podido
observar cada vez más en la sociedad, en general, el valor que se le da a la
escolarización en general es mayor (aunque no hay reticencias a la hora de
criticarla tampoco). Pero es un avance que se va consiguiendo poco a poco, y es
un plano en el que estamos muy lejos si se nos compara con otros países (con
sociedades no tan diferentes en lo general en este mundo cada vez más global)
como Finlandia o los países nórdicos.
¿La educación a cargo del Estado?
Hace poco, en un capítulo de The
Simpsons vi cómo los dos padres de familia de la serie (Homer y Marge) celebran
como si de un cumpleaños se tratase el primer día de clase del curso;
acompañaron esa celebración con la frase “hoy celebramos que sois cargo del
Estado”.
Es verdad que la educación se
facilita, y así debe ser, por el Estado. Pero esto no significa más que, que es
el Estado quién por la vía pública nos facilita la escolarización de los hijos
e hijas (habitantes en edad escolar) de nuestro territorio (y nacionalidad, ya
que en el extranjero también se produce) para completar la educación de los
futuros habitantes del país (y del mundo) por medio de unos profesionales
capacitados y unas infraestructuras preparadas para sacar el mayor partido del
potencial del alumnado.
Que difiere mucho de la idea que
tienen algunos padres de la escuela = guardería. Es decir, ven la escuela como
un lugar en el que deshacerse de sus hijos (y deshacerse de la responsabilidad
de hacerse cargo de u educación y de tomar parte en ella).
Este está siendo un punto de lucha
actual parcialmente solventado, ya que cada vez se produce más contacto entre
docentes y familias. Aunque, hay que seguir trabajando en ello, ya que muchas
veces la comunicación no es correcta o es insuficiente (lo que se puede deber a
muchos factores, que van desde la falta de interés por alguna de las dos
partes, o los problemas a los que se enfrentan los orientadores y docentes
españoles ante la sobrecarga de alumnos que evitan que haya un trato más
personal entre ellos que facilitaría la unión entre la escuela, el docente y la
familia como un uno con un mimo fin común).
Y es que todo lo que suceda en la
familia tiene repercusión en el rendimiento escolar y en el comportamiento de
cada alumno.
Como he mencionado con
anterioridad, el capital cultural con el que parte un alumno al iniciar sus
estudios y el acceso que tiene a este, facilitado por su herencia cultural y
educativa familiar, le facilitará a este alumno el éxito o el fracaso en el
sistema educativo.
Y por tanto, los problemas y
situaciones familiares desfavorables van a ser un elemento fundamental a la
hora de valorar y evaluar las actuaciones de los alumnos en diversas
situaciones escolares.
Una frase que me chocó (y quise dar
mi opinión personal) al leer el texto de Feito en el que me apoyo para divagar
es esta:
¿“La existencia de la educación
infantil se hace equivaler a la deserción educativa de los padres” (Feito,
2010)? La respuesta puede ser peligrosa y la opinión personal. En mi opinión,
sí, la educación infantil se asemeja mucho al desinterés de los padres por la
educación de sus hijos, pero por otra case es fácil de entender que suceda esta
escolarización.
Por una parte, los horarios
laborales y el sistema de trabajo requieren un tiempo a los padres que en
muchos casos dificulta el que estos puedan dedicarse enteramente a sus hijos
durante periodos alternantes de tiempo. Por tanto, las escuelas infantiles y la
educación preescolar suponen un apoyo útil tanto en materia de tiempo como para
proporcionar (no olvidemos que es por medio de profesionales bien cualificados)
la educación más adecuada y deseada.
Pero por otra parte, en sistemas
educativos como los de los países nórdicos (que mencioné con anterioridad) la
escolarización no se realiza hasta los 6 años (hay posibilidad y casos de
anterior escolarización, pero no es la nota dominante), y en este tiempo es la
familia la que proporciona al niño todo el desarrollo y educación que este
necesita. Y como ha quedado demostrado es un método que consigue grandes
resultados.
Aunque también hay que contar con
que en estos países la colaboración entre familia y escuela y su relación es
mucho más cercana, fuerte y continua que en el caso de España. Lo que favorece
que tras este periodo de seis años no se produzca una ruptura total (como
sucede en España) para el niño en su forma de vida, sino que sea un paso
progresivo.
Y otra diferencia importante entre
estos dos tipos de educación, que el sistema educativo español tiene una gran
carga de diversidad étnica y cultural debida a la inmigración que se produce a
nuestro país.
Esta multiculturalidad supone una
vuelta de hoja a la forma de trabajar con las familias de cultura tradicional
española y europea. Ya que sus culturas y tradiciones son muy diferentes, y hay
que respetarlas, pero también tienen ellas que respetar el sistema educativo
llevado aquí. Que es realmente el principal problema, ya que continuamente
surgen casos de asignaturas que, por creencias o simplemente por ser una
cultura más cerrada o reservada, son abandonadas o no son cursadas por estos
estudiantes que no ven completa su formación debido a las exigencias del núcleo
familiar que choca de bruces con un sistema educativo más digámosle abierto.
Relación padres (familia) – escuela
Una de las cosas que no me había
parado a pensar hasta leerlo recientemente es en que la participación familiar
en lo referente al centro e incluso en lo referente a la educación en general
se produce en la medida en que estos familiares son padres progenitores, y no
en su valor como ciudadanos partícipes en el sistema económico del Estado de
Bienestar que es el verdadero proveedor (por medio del Estado) de la Escuela.
Y es algo a tener en cuenta, porque
a todos los ciudadanos no se nos tiene en cuenta en la misma medida (dudo que
incluso se llegue a tener realmente en cuenta a un ciudadano que no sea padre
partícipe en un centro) a la hora de tomar las decisiones de los centros
educativos públicos. Es decir, no podemos tener parte de responsabilidad en las
decisiones que se toman sobre el rumbo de la educación pública. Limitando así
nuestro margen de actuación como ciudadanos a la mera elección electoral de
gobierno y, con suerte, a referéndums realizados por este gobierno.
CONCLUSIÓN, responsable de la
educación la familia o el centro.
Como he estado exponiendo
(opiniones personales aderezadas con algún dato científico que sirve para
explicar el desarrollo de este tema) la educación es un valor conjunto de toda
la sociedad. Y es potestad tanto del Estado como de la Familia el hacerse cargo
y tomar parte activa de la educación de los futuros ciudadanos. La cuestión
principal que deberíamos abordar en el futuro es dónde se encuentran los
límites del Estado y los límites de la Familia para interferir en la educación
que se le aporta al hijo/ alumno. Pues bien, en una opinión personal (quizás
utópica, quizás realista), los límites han de desaparecer (y hacia ello estamos
caminando y construyendo muy poco a poco en estos últimos años, pero sin
pausa), y la educación va a ser un terreno en el que familia y escuela pasan de
cooperar a complementarse, y de esto pasan a ser un único ser dedicado a un fin
común a ambos.
Lo único que actualmente frena este
desarrollo son: por una parte la mentalidad tradicional que impera en la
sociedad y el conflicto que ya hemos hablado sobre las responsabilidades
educativas de familia y las que conciernen a la escuela; y por otra parte la normativa
legal, que actualmente frena este desarrollo dotando de mayor potestad en
educación a los docentes frente a unos padres que ven menor su participación y
responsabilidad (que por otro lado es de entender, ya que los docentes son
profesionales preparados, y que los padres no tienen tanto tiempo como fuese
deseado y necesario para participar en un nivel equitativo). Y es que no estoy
hablando de igualdad entre ambos, estoy hablando de que es necesaria una mayor
libertad en materia educativa para los centros, los docentes y las familias a
la hora de participar y crear la educación deseada; evitando la imposición de
conocimiento y de una estructura y dotando de completa libertad pedagógica que
permita a su vez el acercamiento de la familia al contexto educativo.
BIBLIOGRAFÍA:
Feito Alonso, R. (2010. Familias y escuela. Las razones de un
desencuentro. Educación y futuro: revista de
investigación aplicada y experiencias educativas, Nº. 22, págs. 87-108. ISSN 1576-5199
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